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martes, 5 de febrero de 2013

Resumen y Sintesis - Teoria y Praxis - Kant - Intro y en la Moral


TEORIA Y PRAXIS
Emmanuel Kant

INTRODUCCIÓN

Se llama teoría a un conjunto de reglas, incluso de las prácticas, cuando estas reglas, como principios, son pensadas con cierta universalidad y, además, cuando son abstraídas del gran número de condiciones que sin embargo influyen necesariamente en su aplicación.
En cambio, no se llama práctica a cualquier manejo, sino sólo a esa efectuación de un fin que es pensada como cumplimiento de ciertos principios de procedimiento representados en general.
Entre la teoría y la práctica (debe haber) un miembro intermediario que haga el enlace y el pasaje de la una a la otra; pues al concepto del entendimiento que contiene la regla se tiene que añadir un acto de la facultad de juzgar por el que el práctico diferencie si el caso cae o no bajo la regla.
Es posible que la teoría sea incompleta y que sólo se complete mediante ensayos y experiencias todavía por hacer.
Sin embargo es más tolerable ver que un ignorante considera que en su presunta práctica la teoría es inútil y superflua, que ver que lo que es plausible en la teoría no tiene validez alguna para la práctica.
En el presente tratado sólo hablamos de esta especie de teoría (fundada sobre el concepto de deber).
Divido este tratado según los tres diversos puntos de vista desde los que suele evaluar su objeto el hombre de bien que resuelve tan atrevidamente acerca de teorías y sistemas; entonces según una triple cualidad: 1) como hombre privado, pero sin embargo hombre práctico, 2) como hombre político, 3) como hombre de mundo. Ahora bien, estas tres personas están de acuerdo en arremeter contra el hombre de escuela.
Presentaremos entonces la relación de la teoría con la práctica en tres partes: primeramente en la moral en general (con respecto al bien de cada hombre), en segundo lugar en la política (relativamente al bien de los Estados), en tercer lugar desde el punto de vista cosmopolita (con respecto al bien del género humano en su totalidad).


DE LA RELACIÓN DE LA TEORÍA CON LA PRÁCTICA EN LA MORAL EN GENERAL
(En respuesta a algunas objeciones del señor profesor Garve)*.

De un modo provisional, y en tanto introducción, he definido la moral como una ciencia que enseña no cómo debemos ser felices, sino cómo debemos ser dignos de la felicidad.
Tiene que hacer entera abstracción de esa consideración cuando sobreviene la orden del deber. Y esto se logra en la medida en que se representa el deber ligado más bien con los sacrificios que cuesta su observación (la virtud) que con las ventajas que nos reporta.
Ese concepto de deber no necesita poner como fundamento fin particular alguno, sino que más bien suscita otro fin para la voluntad humana, a saber: el de contribuir con todo su poder al bien supremo posible en el mundo. En ese ideal de la razón pura ese concepto obtiene un objeto.* ( no todo fin es moral (por ejemplo, no lo es el de la propia felicidad), sino que este fin tiene que ser desinteresado; y la exigencia de un fin final propuesto por la razón pura y que abarca al conjunto de todos los fines bajo un principio (un mundo como el bien supremo posible también mediante nuestra colaboración) es una exigencia de la voluntad desinteresada que se extiende más allá de la observación de la ley formal hasta la producción de un objeto (el bien supremo).)


La voluntad ha de tener motivos; pero estos no son ciertos objetos referidos al sentimiento físico, propuestos como fines, sino nada más que la ley incondicionada misma; y la disposición de la voluntad a encontrarse bajo la ley, como coacción incondicionada, se llama sentimiento moral; el cual no es entonces causa sino efecto de la determinación de la voluntad, y del cual no tendríamos en nosotros la menor percepción si esa coacción no lo precediera.
Llego ahora al punto que nos concierne, propiamente aquí, a saber: establecer y probar mediante ejemplos el presunto interés contradictorio entre la teoría y la práctica en filosofía.
La mejor prueba de ello la da el señor Garve en su mencionado Tratado. Dice primeramente (al hablar de la diferencia que yo encuentro entre una  doctrina que nos enseña cómo llegar a ser felices y la que nos enseña cómo llegar a ser dignos de la felicidad): “Confieso por mi parte que comprendo muy bien esa división de las ideas en mi cabeza, pero que no encuentro en mi corazón esa división de los deseos y de los esfuerzos; incluso no comprendo cómo un hombre puede tener conciencia de haber apartado absolutamente su anhelo de felicidad y de haber ejercido así el deber de modo totalmente desinteresado". (Cita Garve)
Respondo primeramente al último punto: concedo de buena gana que ningún hombre puede tener conciencia con certeza de haber ejercido su deber de modo totalmente desinteresado, pues esto pertenece a la experiencia interna, y para tener conciencia del estado de la propia alma habría que tener una representación perfectamente clara de todas las representaciones accesorias y de todas las consideraciones que la imaginación, el hábito y la inclinación asocian al concepto de deber. Pero que un hombre debe ejercer su deber de manera completamente desinteresada y que tiene que separar totalmente su anhelo de felicidad del concepto de deber, para tenerlo así totalmente puro: de esto es muy claramente consciente. Por tanto a la máxima de tender a aquella pureza: de esto es capaz; y esto es también suficiente para su observación del deber. En cambio, hacerse una máxima de favorecer el influjo de tales motivos, con el pretexto de que la naturaleza humana no permite semejante pureza (lo que sin embargo el hombre no puede afirmar con certeza) es la muerte de toda moralidad.
En lo que se refiere ahora a la breve confesión precedente del señor Garve de no encontrar en su corazón aquella división (propiamente: separación), no tengo escrúpulo alguno en contradecirlo resueltamente en su autoacusación y en defender a su corazón contra su cabeza.

Por tanto, que estas diferencias (que, como se acaba de mostrarlo, no son tan sutiles como lo pretende el señor Garve, sino que están inscritas en el alma del hombre con los trazos más gruesos y legibles) se pierdan totalmente, como él dice, cuando se trata de la acción: he aquí lo que está contradicho por la experiencia de cada uno. No, por cierto, la experiencia que presenta a la historia de las máximas extraídas de tal o cual principio, pues esa historia prueba, desgraciadamente, que la mayoría de esas máximas provienen del egoísmo; sino la experiencia, que sólo puede ser interna, de que ninguna idea eleva más al ánimo humano y lo activa hasta la exaltación, que justamente la de una pura disposición moral que venera el deber sobre todas las cosas, lucha con los innumerables males de la vida e incluso con sus más seductoras tentaciones y sin embargo triunfa sobre ellos (como con derecho admitimos que el hombre es capaz de ello). Que el hombre es consciente de que él puede esto porque él lo debe: esto revela en él un fondo de disposiciones divinas que le hacen experimentar una especie de escalofrío sagrado ante la grandeza y sublimidad de su verdadera destinación. Y si el hombre atendiera a ello con más frecuencia, si se lo acostumbrara a despojar enteramente a la virtud de toda la riqueza de su botín de ventajas procuradas por la observación del deber, y a representársela en su total pureza; si el uso constante de ella se volviera un principio en la enseñanza privada y pública (un método de inculcar deberes que casi siempre ha sido desdeñado), la moralidad de los hombres pronto tendría que mejorar.
Muy otra cosa ocurre con la idea de deber, cuya transgresión, incluso sin considerar las desventajas que resultan de ello, actúa inmediatamente sobre el ánimo y vuelve al hombre condenable y punible ante sus propios ojos.
Hay aquí entonces una clara prueba de que todo lo que en la moral es correcto para la teoría también tiene que valer para la práctica.
En su cualidad de hombre, en tanto ser sometido a ciertos deberes por su propia razón, cada uno es entonces un hombre práctico.


Síntesis Introducción:
Distingue entre teoría y práctica, siendo la teoría una regla universal siempre valida en la práctica,  aunque pueda ser en algunos casos completada por medio de la experiencia.
Relaciona la teoría con la práctica desde tres puntos de vista:
  1. la moral ,en  el bien del hombre practico
  2. la política, en el bien de los Estados
  3. el hombre del mundo, el bien del género humano en su totalidad

Síntesis de la relación de la Teoría con la Practica en la Moral:
El hombre, en su condición de hombre práctico se encuentra sometido por la razón, la cual ejerce una coacción y le demanda un deber: que es en el sentido más puro y desinteresado, la contribución con el bien supremo. Si bien, no afirma la certeza de que esto se haya logrado, asevera que el hombre es capaz de correr su propia felicidad para poder ser digno de la felicidad, lo que traería favorables consecuencias para la mejora no solo del estado de ánimo de quien lo pone en práctica sino también de la moralidad en general.

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