Timeo o de la
Cosmogonia
Resumen
Sócrates,
Timeo, Hermócrates, Critias
Sócrates: Tengo la impresión de que lo
principal del discurso que hice ayer acerca de la organización política fue
cuál consideraba que sería la mejor y qué hombres le darían vida. Y luego de
asignar a cada uno una ocupación única para la que estaba naturalmente dotado,
afirmamos que aquellos que tenían la misión de luchar por la comunidad deberían
ser sólo guardianes de la ciudad. ¿Y qué de la educación? ¿no decíamos que
estaban educados en gimnasia y en música, y en todas las materias convenientes
para ellos? sí, y me parece que se sostuvo que los así educados no debían
considerar como propios ni el oro ni la plata ni ninguna otra posesión, sino
que, habían de recibir un salario lo suficiente para gente prudente, y gastarlo
en común en una vida en la que compartían todo y se ocupaban exclusivamente de
cultivar la excelencia.
Por
lo que hace a las mujeres, hicimos mención de que debíamos adaptar a los
hombres a aquellas que se les asemejaren y asignarles las mismas actividades
que a ellos en la guerra y en todo otro ámbito de la vida. ¿Y qué de la
procreación?, porque dispusimos que todos tuvieran sus matrimonios y sus hijos
en común, cuidando de que nunca nadie reconociera como propio al engendrado por
él sino que todos consideraran a todos de la misma familia. Y, además, que
llegaran a poseer desde el nacimiento las mejores naturalezas posibles, ¿o
acaso no recordamos que decíamos que los gobernantes debían engañarlos en las
uniones matrimoniales con una especie de sorteo manipulado en secreto para que
los buenos y los malos se unieran cada uno con las que les eran semejantes de
modo que no surgiera entre ellos ningún tipo de enemistad, convencidos de que
el azar era la causa de su unión? ¿y también decíamos que tenían que criar y
educar a los hijos de los buenos y trasladar secretamente a los de los malos a
la otra ciudad y observarlos durante su crecimiento para hacer regresar siempre
a los aptos y pasar a la región de la que éstos habían vuelto a los ineptos que
se habían quedado con ellos?.
Creo
que la estirpe de los sofistas es muy entendida en muchos tipos de discursos, y
bellos además, pero temo que, puesto que vaga de ciudad en ciudad de alguna
manera no acierte a describir hombres que son a la vez filósofos y políticos y
lo que harían o dirían al guerrear o batallar o al relacionarse entre ellos de
obra o de palabra. Resta, ciertamente, el tipo de gente de vuestra disposición
que por naturaleza y educación participa de ambas categorías.
Cuando
ayer solicitasteis una exposición sobre la república, convine de buen grado
porque sabía que nadie podría ofrecer una continuación mejor del discurso que
vosotros, ya que sois los únicos que en la actualidad pueden implicar a esa
ciudad en una guerra adecuada a su condición y, después, asignarle todas las
excelencias que le correspondan. Habéis acordado que una vez que hubierais
reflexionado, ibais a saldar la deuda de hospitalidad hacia mí con el presente
discurso.
Critias: Escucha Sócrates, un relato muy
extraño, pero absolutamente verdadero, tal como en una ocasión lo relataba
Solón, el más sabio de los siete. La historia de la hazaña más importante y la
más renombrada de todas las realizadas por nuestra ciudad, pero que no llegó
hasta nosotros por el tiempo transcurrido y por la desaparición de los que la
llevaron a cabo. En Egipto, hay una región llamada Saítica, cuya ciudad más
importante, Sais, tiene por patrona una diosa cuyo nombre en egipcio es Neith y
en griego, Atenea. Solón contaba que cuando llegó allí y al consultar sobre las
antigüedades a los sacerdotes que más conocían el tema, descubrió que ni él
mismo ni ningún otro griego sabían, prácticamente nada acerca de esos asuntos.
En
una ocasión, para entablar conversación con ellos sobre esto, se puso a contar
los hechos más antiguos de esta ciudad, en ese instante, un sacerdote muy
anciano exclamó: ¡los griegos seréis siempre niños!, al escuchar esto, Solón le
preguntó: ¿por qué lo dices?. Todos, replicó aquél, tenéis almas de jóvenes,
sin creencias antiguas transmitidas por una larga tradición y carecéis de conocimientos
encanecidos por el tiempo. Esto se debe a que tuvieron y tendrán lugar muchas
destrucciones de hombres, las más grandes por fuego y agua, pero también otras
menores provocadas por otras innumerables causas. Desde antiguo registramos y conservamos en
nuestros templos todo aquello que llega a nuestros oídos acerca de lo que pasa
entre vosotros. Contrariamente, siempre que vosotros, o los demás, os acabáis
de proveer de escritura y de todo lo que necesita una ciudad, después del
período habitual de años, os vuelve a caer, como una enfermedad, un torrente
celestial que deja sólo a los iletrados e incultos, de modo que nacéis de nuevo,
sin saber nada ni de nuestra ciudad ni
de lo que ha sucedido entre vosotros durante las épocas antiguas. En efecto,
antes de la gran destrucción por el agua, la que es ahora la ciudad de los
atenienses era la mejor en la guerra y la más absolutamente obediente de las
leyes. Cuentan que tuvieron lugar las hazañas más hermosas y que se dio la
mejor organización política. Solón pidió que le contara con exactitud todo lo
que los sacerdotes conservaban de los antiguos atenienses. El sacerdote
replicó: lo contaré por ti y por vuestra ciudad, pero sobre todo por la diosa a
la que tocó en suerte vuestra patria y también la nuestra y las crió y educó,
primero aquélla, mil años antes, después de recibir simiente de Gea y Hefesto,
y, más tarde, a ésta.
Te
haré un resumen de las leyes de los ciudadanos de hace nueve mil años y de la
hazaña más heroica que realizaron. En cuanto a las leyes, observa las nuestras,
pues descubrirás ahora aquí muchos ejemplos de las que existían entonces entre
vosotros. En primer lugar, el que la casta de los sacerdotes esté separada de
las otras; después, el que cada oficio trabaje individualmente. Supongo que
habrás notado aquí cuánto se preocupó nuestra ley desde sus inicios por la
sabiduría pues, tras descubrirlo todo acerca del universo, lo trasladó de estos
seres divinos al ámbito humano. En aquel tiempo, la diosa os impuso a vosotros
en primer lugar todo este orden y disposición y fundó vuestra ciudad después de
elegir la región en que nacisteis porque vio que la buena mezcla de estaciones
que se daba en ella podría llegar a producir los hombres más prudentes.
Vivíais, bajo estas leyes y, lo que es más importante aún, las respetabais y
superabais en virtud a todos los hombres, ya que erais hijos y alumnos de
dioses. En efecto, nuestros escritos refieren cómo vuestra ciudad detuvo en una
ocasión la marcha insolente de un gran imperio, que avanzaba del exterior,
desde el Océano Atlántico, sobre toda Europa y Asia. En aquella época, se podía
atravesar aquel océano dado que había una isla delante de la desembocadura que
vosotros llamáis columnas de Heracles. Esta isla era mayor que Libia y Asia
juntas y de ella los de entonces podían pasar a las otras islas y de las islas
a toda la tierra firme que se encontraba frente a ellas. En dicha isla,
Atlántida, había surgido una confederación de reyes grandes y maravillosos que
gobernaba sobre ella y muchas otras islas, así como partes de la tierra firme.
En este continente, dominaban también los pueblos de Libia, hasta Egipto, y
Europa hasta Tirrenia. Toda esta potencia unida intentó una vez esclavizar en
un ataque a toda vuestra región, la nuestra y el interior de la desembocadura.
Entonces, el poderío de vuestra ciudad se hizo famoso entre todos los hombres
por su excelencia y fuerza, pues superó a todos en valentía y en artes
guerreras.
Alcanzó así una gran
victoria e impidió que los que todavía no habían sido esclavizados lo fueran.
Posteriormente, tras un violento terremoto y un diluvio extraordinario, en un
día y una noche terribles, la clase guerrera vuestra se hundió toda a la vez
bajo la tierra y la isla de Atlántida desapareció de la misma manera,
hundiéndose en el mar.
Acabas
de oír un resumen, Sócrates, del cuento de Solón. Cuando ayer hablabas de la
república y de sus hombres, me asombré al recordar lo que acabo de contar,
pensando que por algún azar no muy desacertado compartías milagrosamente mucho
de lo que Solón decía.
Timeo: ¿Qué es lo que es siempre y no deviene y
qué, lo que deviene continuamente, pero nunca es? uno puede ser comprendido por
la inteligencia mediante el razonamiento, el ser siempre inmutable; el otro por
medio de la opinión unida a la percepción sensible no racional, nace y fenece,
pero nunca es realmente.
Acerca
del universo, es visible y tangible y tiene un cuerpo y tales cosas son todas
sensibles y lo sensible, se mostró generado y engendrado. El dios tomó todo
cuanto es visible, que se movía sin reposo de manera caótica, y lo condujo del
desorden al orden. Al ensamblar el mundo, colocó la razón en el alma y el alma
en el cuerpo, para que su obra fuera la más bella. Cuando comenzó a construir
el cuerpo de este mundo lo hizo a partir del fuego y de la tierra. Pero no es
posible unir bien dos elementos aislados sin un tercero, ya que es necesario un
vínculo en el medio que los una. Así, el dios colocó agua y aire en el medio
del fuego y la tierra. La figura apropiada para el ser vivo que ha de tener en
sí a todos los seres vivos, debería ser la que incluye todas las figuras. Por
tanto, lo construyó esférico, la más perfecta de todas las figuras. Primero
colocó el alma en su centro y luego la extendió a través de toda la superficie
y cubrió el cuerpo con ella. Creó así un mundo circular que gira en círculo,
único, aislado, que por su virtud puede convivir consigo mismo y no necesita de
ningún otro. La decisión divina de crear el tiempo hizo que surgieran el sol,
la luna y los otros cinco cuerpos celestes que llevan el nombre de planetas
para que dividieran y guardaran las magnitudes temporales. Una vez que cada uno
de los que eran necesarios para ayudar a crear el tiempo estuvo en la
revolución que le correspondía y, tras sujetar sus cuerpos con vínculos
animados, fueron engendrados como seres vivientes y comenzaron a girar. Para
que hubiera una medida clara de la lentitud y rapidez relativa en que se mueven
las ocho revoluciones, el dios encendió una luz la que actualmente llamamos
sol, así nacieron la noche y el día. El mes se produce, cuando la luna, después
de recorrer toda su órbita, supera al sol; el año, cuando el sol completa su
revolución.
Este
mundo debía tener en sí especies de una cualidad tal y en tanta cantidad como
el intelecto ve que hay en el ser viviente ideal. Hay, ciertamente, cuatro: una
es el género celeste de los dioses, otra el alado; la tercera es el género
acuático y la cuarta corresponde al que marcha sobre los pies y a los animales
terrestres.
Hizo
la mayor parte de la forma de lo divino de fuego para que fuera el género más
bello y más luminoso para la vista, y lo construyó perfectamente circular,
distribuyó por todo el cielo en círculo, de modo que fuera un verdadero adorno
bordado en toda su superficie. Por esta causa, surgieron las estrellas, seres
vivos divinos e inmortales.
Después
de que nacieran todos los dioses el creador de este universo les dijo lo
siguiente: «las obras de las que soy artesano y padre, no se destruyen si yo no
lo quiero. No sois ni inmortales ni indisolubles porque habéis nacido; sin
embargo, no tendréis un destino mortal, porque habéis obtenido en suerte el
vínculo de mi decisión. Hay tres géneros mortales más que aún no han sido
engendrados. Si éstos no llegan a ser, el universo será imperfecto, aplicaos a
la creación de los seres vivos de acuerdo con la naturaleza e imitad mi poder
en vuestra generación. Comenzaré por plantar la simiente de lo que conviene que
haya en ellos del mismo nombre que los inmortales, que es llamado divino.
Vosotros haréis el resto, entretejiendo lo mortal con lo inmortal. Engendrad
seres vivientes, alimentadlos, hacedlos crecer y recibidlos nuevamente cuando
mueran». Dijo esto y vertió nuevamente en el recipiente, en el que antes había
mezclado el alma del universo, los restos de la mezcla anterior y los mezcló,
aunque ya no eran igualmente puros, sino que poseían una pureza de segundo y
tercer grado. Una vez que hubo compuesto el conjunto, lo dividió en un número
de almas igual a los cuerpos celestes y distribuyó una en cada astro. Después
de implantadas en los instrumentos del tiempo deberían nacer en el más piadoso de los animales.
Cuando
se hubieran necesariamente implantado en cuerpos, al entrar o salir, deberían
tener, primero, una única percepción producida por cambios violentos; en
segundo lugar, amor mezclado con placer y dolor; además, temor e ira. Si los
dominaran, habrían de vivir con justicia, pero si fueran dominados, en
injusticia. El que viviera correctamente durante el lapso asignado, al retornar
a la casa del astro que le fuera atribuido, tendría la vida feliz que le
corresponde, pero si fallara en esto, cambiaría a la naturaleza femenina en la
segunda generación; y si en esa vida aún no abandonara el vicio, sufriría una
metamorfosis hacia una naturaleza animal.
Tomaron
prestadas del universo porciones de fuego y tierra, agua y aire y las unieron y
pegaron. Hicieron de todo un cuerpo individual y ataron las revoluciones del
alma inmortal a un cuerpo sometido a flujos y reflujos. Cuando algunas
sensaciones provenientes del exterior asaltan las revoluciones del alma aunque
dominadas, parecen dominar. Para imitar la figura del universo circular, ataron
las revoluciones divinas a un cuerpo esférico, al que llamamos cabeza y el que
gobierna todo lo que hay en nosotros. El cuerpo recibió una extensión y, cuando
dios concibió su modo de traslación, le nacieron cuatro miembros extensibles y
flexibles. Era necesario que la parte delantera del cuerpo humano se
diferenciara y distinguiera de la trasera. Por ello, pusieron la cara en el
recipiente de la cabeza. Los primeros instrumentos que construyeron fueron los
ojos portadores de luz y los ataron al rostro. Cuando la luz diurna rodea el
flujo visual, lo semejante cae sobre lo semejante. Como causa de la similitud,
siempre que entra en contacto con un objeto o un objeto con él, transmite sus
movimientos a través de todo el cuerpo hasta el alma y produce esa percepción
que denominamos visión.
Hay
que afirmar que el alma es el único ser al que le corresponde tener
inteligencia pues ésta es invisible. Dios descubrió la mirada y nos hizo un
presente con ella para que la observación de las revoluciones de la
inteligencia en el cielo nos permitiera aplicarlas a las de nuestro
entendimiento y ordenáramos nuestras revoluciones errantes por medio del
aprendizaje profundo de aquéllas. Y acerca de la voz y el oído, nos fueron
concedidos por los dioses por las mismas razones y con la misma finalidad.
Tenemos
que considerar la naturaleza del fuego, agua, aire y tierra y su estado antes
de la creación del universo. El comienzo de nuestra exposición acerca del
universo diferenciamos dos principios uno supuesto como modelo, inteligible y
que es siempre inmutable, el segundo como imagen del modelo, que deviene y es
visible. En aquel momento, no diferenciamos una tercera clase ¿qué
características y qué naturaleza debemos suponer que posee? sobre todas, la
siguiente: la de ser un receptáculo de toda la generación, como si fuera su
nodriza.
En
primera instancia, tomemos lo que acabamos de denominar agua. Vemos que cuando
se solidifica, se convierte en piedras y tierras, pero cuando se disuelve y separa,
se convierte en viento y aire, y el aire, cuando se quema, en fuego, y el fuego
se vuelve a combinar, se apaga y retorna a la forma del aire, y el aire torna a
reunirse y condensarse en nube y niebla que se concentran más, fluye el agua;
del agua, nuevamente, tierra y piedras y así, como parece, se dan nacimiento en
ciclo unos a otros.
La
naturaleza que recibe todos los cuerpos es siempre idéntica a sí misma, pues no
cambia para nada sus propiedades. Es necesario que se encuentre exento de todas
las formas lo que ha de tomar todas las especies en sí mismo, concluyamos que
la madre y receptáculo de lo visible y sensible, es una cierta especie
invisible, amorfa, que admite todo y que participa de la manera más paradójica
y difícil de comprender de lo inteligible.
Si
se dan como dos clases diferenciadas la inteligencia y la opinión verdadera, en
efecto la una surge por medio de la enseñanza razonada y la otra es producto de
la persuasión convincente, es irracional y aunque cualquier hombre participa de
esta última, de la inteligencia sólo los dioses y un género muy pequeño de
hombres. Es necesario acordar que una es la especie inmutable y lo segundo,
perceptible por los sentidos: generado, siempre cambiante y que surge en un
lugar y desaparece nuevamente. Además, hay un tercer género eterno, el del
espacio, que no admite destrucción, que proporciona una sede a todo lo que
posee un origen, captable por un razonamiento bastardo. Recapitulemos los
puntos principales hay ser, espacio y devenir, tres realidades diferenciadas, y
esto antes de que naciera el mundo.
La
superficie de una cara plana está compuesta de triángulos, suponemos que éste
es el principio del fuego y de los otros cuerpos. Los cuatro cuerpos más
perfectos aunque disímiles entre sí, podrían nacer unos de otros cuando se
desintegran.
El
dios en persona se convierte en artífice de los seres divinos y manda a sus
criaturas llevar a cabo el nacimiento de los mortales. Cuando éstos recibieron
un principio inmortal de alma, le tornearon un cuerpo mortal alrededor, a
imitación de lo que él había hecho. Como vehículo le dieron el tronco y las
extremidades en los que anidaron otra especie de alma, la mortal, que tiene en
sí procesos terribles y necesarios: en primer lugar el placer, la incitación
mayor al mal, después, los dolores, fugas de las buenas acciones, además, la
osadía y el temor, el apetito, difícil de consolar, y la esperanza, buena
seductora.
Los
dioses menores implantaron la parte belicosa del alma más cerca de la cabeza
para que escuche a la razón. Hicieron al corazón, nudo de venas para que,
cuando bulle la furia todo el cuerpo perciba rápidamente a través de los
estrechos las recomendaciones y amenazas, las obedezca y permita así que la
parte más excelsa del alma los domine. Implantaron el pulmón con cuevas
interiores, agujereadas como esponjas, lo colocaron alrededor del corazón, como
una almohadilla, para que el corazón lata sobre algo que cede, cuando el coraje
se excita en su interior. Entre el diafragma y el límite hacia el ombligo,
hicieron habitar a la parte del alma que siente apetito de comidas y bebidas.
Un
dios construyó el hígado, a la parte del alma que está en el hígado le otorga
el don de la adivinación con la finalidad de que de alguna manera entre en
contacto con la verdad. Nadie entra en contacto con la adivinación inspirada y
verdadera en estado consciente, sino, durante el sueño o en la enfermedad. Pero
corresponde al prudente entender, cuando se recuerda, lo que dijo en sueños y
analizar con el razonamiento las eventuales visiones. A su izquierda se halla
el bazo cuando a causa de enfermedades se originan impurezas alrededor del hígado, puesto que el
bazo es hueco y sin sangre, su porosidad las asimila y purifica completamente.
Nuestros
creadores conocían nuestra futura intemperancia con las bebidas y comidas
entonces enrollaron los intestinos para que el alimento, no obligara al cuerpo
a necesitar enseguida una nueva comida; ya que así produciría una
insaciabilidad que haría que por su glotonería la especie humana no amara la
sabiduría ni la ciencia ni obedeciera las indicaciones de lo que hay de más
divino en nosotros.
El
dios, al idear una mezcla de todas las simientes para todo el género mortal,
seleccionó de todos los elementos los triángulos primordiales que por ser
firmes y lisos eran capaces de proporcionar con la máxima exactitud fuego,
agua, aire y tierra, los mezcló en cantidades proporcionales y confeccionó con
ellos la médula. Después implantó y ató las partes del alma a ella. Hizo
totalmente circular a la que iba a albergar la simiente divina y llamó a este
cerebro. Dividió, además, la parte que iba a retener el resto mortal del alma y
llamó al conjunto médula. Construyó el sistema óseo de la siguiente manera,
tamizó tierra y la mezcló y mojó con médula. Después, colocó la masa resultante
en fuego; a continuación la bañó en agua y la fue poniendo así alternativamente
en uno y en otro hasta que la hizo tal que ninguno de los dos elementos puede
disolverla. Con este compuesto torneó una esfera ósea alrededor de su cerebro.
Moldeó vértebras óseas alrededor de la médula. Respecto de la carne consideró que
serviría de protección contra las quemaduras, valla contra los fríos. Cuando ya
estaban todas las partes y miembros propios de un ser viviente mortal, y tenía
que pasar necesariamente su vida entre fuego y aire, los dioses plantaron los
árboles, plantas y simientes domésticas actuales, cultivadas por la agricultura.
Lo que ahora mencionamos posee al menos la tercera especie de alma y no participa
en nada del razonamiento ni de la inteligencia, sino de la percepción
placentera o dolorosa. Una vez que nuestros superiores hubieron plantado todas
estas especies para nuestra alimentación, abrieron canales en nuestro cuerpo.
En primer lugar, cortaron dos venas dorsales, las colocaron junto a la columna
vertebral, con la médula generadora entre ellas, para que ésta alcanzara el
mayor vigor posible y el flujo originado desde allí, al ser descendente, fuera
abundante y proporcionara una irrigación equilibrada al resto del cuerpo.
El
demiurgo para el sistema de irrigación que va de la cavidad del tronco hacia
las venas hizo todo el interior del tejido de fuego y la entrada y la cavidad
de aire. Puso la doble entrada en la boca e hizo bajar una parte hacia el pulmón,
y la otra a la cavidad del tronco. Cuando en el interior el fuego toma contacto
con el aire que entra y sale, se eleva continuamente para introducirse a través
de la cavidad, donde recibe los alimentos y bebidas que disuelve y divide en
pequeñas partículas y las vierte en las venas, y hace fluir los humores de las
venas a través del cuerpo como a través de un acueducto.
Todo
animal tiene sus partes internas muy calientes y el calor sale naturalmente a
su región propia en el exterior. Si la temperatura cambia y el aire que se
encuentra en una salida se calienta más, se apresura a retornar a aquel lugar
de donde partió y, al moverse hacia su naturaleza propia, empuja al que se
desplaza por la otra salida. En la medida en que sufre siempre los mismos
procesos posibilita que se produzcan la inspiración y la espiración.
Lo
que llamamos sangre, alimento de todo el cuerpo, a partir de la cual las partes
irrigadas llenan la base de lo que se vacía. La forma de llenado y vaciado es
como la revolución de todo lo que existe en el universo, que mueve todo lo afín
hacia sí mismo.
La
estructura de un animal joven posee triángulos elementales todavía nuevos. Con
sus nuevos triángulos, domina y corta en su interior los de comida y bebida.
Cuando la raíz de los triángulos se afloja, porque han combatido intensamente
durante mucho tiempo, ya no pueden cortar, el animal se consume vencido en este
proceso y el fenómeno recibe el nombre de vejez. Finalmente, cuando los
vínculos unidos a los triángulos de la médula ya no soportan el esfuerzo y se
separan, desatan a su vez los vínculos del alma y ésta, liberada naturalmente,
parte con placer en vuelo, pues todo lo que se da como es natural produce
placer.
Dado
que los elementos de los que se compone el cuerpo son cuatro, su exceso o
carencia contra la naturaleza y el cambio de la región propia a una ajena
producen guerras internas y enfermedades. Puesto que la médula y los huesos, la
carne y los tendones se componen de los cuatro elementos y aun la sangre,
aunque de una manera diferente también proviene de ellos, la mayoría de las
enfermedades suceden de la manera mencionada, pero las más grandes y graves se
originan cuando su formación se da en sentido invertido; entonces estos tejidos
se destruyen. En efecto, cuando la
carne, al disolverse, expulsa nuevamente a las venas su putrefacción, los
restos de carne expulsados y corrompidos acaban primero con la sangre misma y
se mueven a través de las venas por todo el cuerpo sin proporcionarle ningún
alimento. Al no poseer ya el orden natural de las revoluciones, enemigas entre
sí, en guerra con lo estructurado del cuerpo y lo que permanece en el sitio que
le corresponde, destruyen y disuelven lo que encuentran a su paso.
Cuando
la médula enferma por alguna carencia o exceso, produce las enfermedades más
graves e importantes en cuanto a la muerte, porque toda la naturaleza corporal
necesariamente fluye en sentido inverso.
Cuando
el pulmón, obstruido por flujos, el
aire, unas veces no llega y otras entra más de lo conveniente. En un caso,
corrompe lo que no se refresca y, en el otro, violenta las venas y las
retuerce, disuelve el cuerpo y lo daña. Todas las inflamaciones del cuerpo, se
producen por la bilis, cuando se mezcla con sangre y destruye el orden de las
fibrinas, que están distribuidas en la sangre para que su espesor y su grosor
sea proporcional. Si acaso llega a ser capaz de penetrar hasta la médula y
quemarla, suelta las cuerdas que allí amarran el alma y la deja partir libre.
Las
enfermedades del alma son consecuencia del estado del cuerpo, la demencia es
una enfermedad del alma y hay dos clases, la locura y la ignorancia. Para el
alma los placeres y dolores excesivos son las enfermedades mayores. Pues cuando
un hombre goza o sufre en exceso, al luchar por atrapar a uno y huir del otro
enloquece y es incapaz de participar de la razón en ese momento.
Nadie
es malo voluntariamente, sino que el malo se hace tal por un mal estado del
cuerpo o por una educación inadecuada. Hay que procurar, huir del mal y elegir
lo contrario por medio de la educación y la práctica de las ciencias. Cuando el
alma, por ser mejor que el cuerpo, es demasiado osada, convulsiona todo en el
interior y lo llena de enfermedades y, cuando se embarca intensamente en algún
aprendizaje, lo desgasta y cuando un cuerpo grande nace con una inteligencia
débil los movimientos del elemento más fuerte, al imponerse hacen el alma rústica,
con dificultades de aprendizaje, de modo tal que ocasionan la enfermedad más
grave, la ignorancia. Para ambos desequilibrios hay un método de salvación: no
mover el alma sin el cuerpo ni el cuerpo sin el alma, para que ambos, contrarrestándose,
lleguen a ser equilibrados y sanos.
Cada
animal particular es engendrado con un período de vida determinado,
independientemente de las afecciones que necesariamente sufra. Cuando se pone
fin a la dolencia con medicamentos antes del tiempo de duración que le es
propio, de suaves y pocas enfermedades suelen ocasionarse muchas y graves.
Aquello
que habita en la cúspide de nuestro cuerpo nos eleva hacia la familia celeste
desde la tierra. El que se abandona al deseo y a la ambición engendra todas las
doctrinas mortales y se vuelve lo más mortal posible. Para el que se aplica al
aprendizaje y a los pensamientos verdaderos es de toda necesidad que piense lo
inmortal y lo divino y, si realmente entra en contacto con la verdad, que lo
logre, en tanto es posible a la naturaleza humana participar de la
inmortalidad. Los pensamientos y revoluciones del universo son movimientos
afines a lo divino en nosotros, adecuándose a ellos para corregir los circuitos
de la cabeza destruidos al nacer y alcanzar la meta que los dioses propusieron
como la mejor.
Todos
los varones cobardes y que llevaron una vida injusta, cambiaron a mujeres en la
segunda encarnación. En ese momento, los dioses crearon el amor a la
copulación, haciendo un animal animado en nosotros y otro en las mujeres de la
siguiente manera. Perforaron el conducto de salida de la bebida en dirección a
la médula. La médula, tras ser animada, infunde un deseo vital de expulsar el
fluido al conducto por donde se ventila y lo hace desear la reproducción. Los
llamados úteros, un animal deseoso de procreación en ellas, se irrita y
enfurece cuando no es fertilizado. Después de plantar en el útero animales
invisibles crían a aquéllos en el interior, y, tras hacerlos salir más tarde a
la luz, cumplen la generación de los seres vivientes.
El
género de los pájaros, se produjo por el cambio de hombres que eran superficiales
y aunque se dedicaban a los fenómenos celestes, pensaban por simpleza que las
demostraciones más firmes de estos fenómenos se producían por medio de la
visión. Los que no practicaban en absoluto la filosofía ni observaban nada de
la naturaleza celeste porque ya no utilizaban las revoluciones que se
encuentran en la cabeza, sino que tenían como gobernantes a las partes del alma
que anidan en el tronco, inclinaron los miembros superiores y la cabeza hacia
la tierra, por esta razón nació el género de los cuadrúpedos. A los más torpes
entre éstos, que inclinaban todo el cuerpo hacia la tierra los engendraron sin
pies y arrastrándose sobre el suelo. La cuarta especie, la acuática, nació de
los más ignorantes; no fueron considerados ni siquiera dignos de aire puro.
De
esta manera, todos los animales, se convierten unos en otros y se transforman
según la pérdida o adquisición de inteligencia o demencia.
Síntesis
Existen
tres principios: la materia, el ser o alma y un espacio carente de formas que
es el receptáculo de todo lo generado.
El
Demiurgo creó el planeta Tierra utilizando los cuatro elementos: fuego, tierra,
agua y aire, compuestos por triángulos y que pueden transformarse unos en
otros. Ubicó la razón dentro del alma y colocó a ambos en el centro de ese
cuerpo. También generó a los astros dando origen al tiempo.
Instó
a los dioses a crear al hombre y a todos los animales a imagen de la Tierra, con el fin de
producir un universo perfecto. Imitando la forma esférica del “mundo” hicieron
la cabeza, depositando allí el alma divina que gobernaría el resto del cuerpo.
Otro tipo de alma, el mortal, donde anida el placer y el dolor entre otros
males, fue inserto en la médula.
Para
la alimentación de los hombres fue generado el reino vegetal, cuyas especies
contienen un alma carente de razón; y para su procreación, los órganos sexuales
fueron creados y unidos a la médula, generadora del deseo de reproducción.
El
funcionamiento del cuerpo humano se ideó a semejanza de los movimientos y
acontecimientos “naturales” o universales. Las enfermedades se producen cuando
los elementos que componen el cuerpo están en exceso o defecto o en lugares
ajenos al propio, siendo las más graves las originadas por destrucción de
tejidos a partir de una formación inadecuada.
El tiempo de vida de cada animal está previamente definido, sucediéndose la
vejez cuando se aflojan los triángulos que componen los elementos del cuerpo,
al separarse completamente los presentes en la médula el alma se libera.
Las
almas que dan vida a todo animal se alojan inicialmente en las estrellas. El
alma del hombre puede reencarnar en mujer o en cualquier tipo de animal, la
aparición en cada uno de ellos depende del grado de inteligencia o torpeza
alcanzado en vida. En el caso de vivir correctamente el alma regresa felizmente
al astro al que pertenecía.
Las
enfermedades del alma son causadas por exceso de placer y dolor con la consecuente
pérdida de la razón, por lo tanto, nadie es malo voluntariamente sino que la
maldad surge a partir de un mal estado del cuerpo o de la ignorancia. El
desarrollo del cuerpo y del alma deben realizarse en igual medida evitando que
el aumento de uno atente contra el otro.
El hombre, puede tomar contacto con el orden
celestial a partir del alma que se encuentra en la cúspide de su cuerpo,
desarrollando los pensamientos verdaderos o “universales” se puede alcanzar la
inmortalidad en vida.