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martes, 5 de febrero de 2013

Sintesis - Biografia Immanuel Kant


Biografia de Immanuel Kant (1724-1804)

Nacido en Prucia (actual Lituania), desarrollo el criticismo (doctrina epistemologica que pretende establecer los límites del conocimiento cierto a través de una investigación sistematica de las condiciones de posisbilidad del pensamiento).
Es de notar que Kant conoció la Filosofía y Metafísica más a través de Leibniz y Wolff, entonces predominantes en la enseñanza alemana.

Kant adelantó importantes trabajos en los campos de la ciencia, el derecho, la moral, la religión y la historia, inclusive creía haber logrado un compromiso entre el empirismo y el racionalismo. Planteando la primera que todo se adquiere a través de la experiencia mientras que la segunda mantiene que la razón juega un papel importante. Kant argumentaba que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían completamente subjetivos si antes no habían sido subsumidos por la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría inevitablemente a ilusiones teóricas.

Resumen y Sintesis - Teoria y Praxis - Kant - Intro y en la Moral


TEORIA Y PRAXIS
Emmanuel Kant

INTRODUCCIÓN

Se llama teoría a un conjunto de reglas, incluso de las prácticas, cuando estas reglas, como principios, son pensadas con cierta universalidad y, además, cuando son abstraídas del gran número de condiciones que sin embargo influyen necesariamente en su aplicación.
En cambio, no se llama práctica a cualquier manejo, sino sólo a esa efectuación de un fin que es pensada como cumplimiento de ciertos principios de procedimiento representados en general.
Entre la teoría y la práctica (debe haber) un miembro intermediario que haga el enlace y el pasaje de la una a la otra; pues al concepto del entendimiento que contiene la regla se tiene que añadir un acto de la facultad de juzgar por el que el práctico diferencie si el caso cae o no bajo la regla.
Es posible que la teoría sea incompleta y que sólo se complete mediante ensayos y experiencias todavía por hacer.
Sin embargo es más tolerable ver que un ignorante considera que en su presunta práctica la teoría es inútil y superflua, que ver que lo que es plausible en la teoría no tiene validez alguna para la práctica.
En el presente tratado sólo hablamos de esta especie de teoría (fundada sobre el concepto de deber).
Divido este tratado según los tres diversos puntos de vista desde los que suele evaluar su objeto el hombre de bien que resuelve tan atrevidamente acerca de teorías y sistemas; entonces según una triple cualidad: 1) como hombre privado, pero sin embargo hombre práctico, 2) como hombre político, 3) como hombre de mundo. Ahora bien, estas tres personas están de acuerdo en arremeter contra el hombre de escuela.
Presentaremos entonces la relación de la teoría con la práctica en tres partes: primeramente en la moral en general (con respecto al bien de cada hombre), en segundo lugar en la política (relativamente al bien de los Estados), en tercer lugar desde el punto de vista cosmopolita (con respecto al bien del género humano en su totalidad).


DE LA RELACIÓN DE LA TEORÍA CON LA PRÁCTICA EN LA MORAL EN GENERAL
(En respuesta a algunas objeciones del señor profesor Garve)*.

De un modo provisional, y en tanto introducción, he definido la moral como una ciencia que enseña no cómo debemos ser felices, sino cómo debemos ser dignos de la felicidad.
Tiene que hacer entera abstracción de esa consideración cuando sobreviene la orden del deber. Y esto se logra en la medida en que se representa el deber ligado más bien con los sacrificios que cuesta su observación (la virtud) que con las ventajas que nos reporta.
Ese concepto de deber no necesita poner como fundamento fin particular alguno, sino que más bien suscita otro fin para la voluntad humana, a saber: el de contribuir con todo su poder al bien supremo posible en el mundo. En ese ideal de la razón pura ese concepto obtiene un objeto.* ( no todo fin es moral (por ejemplo, no lo es el de la propia felicidad), sino que este fin tiene que ser desinteresado; y la exigencia de un fin final propuesto por la razón pura y que abarca al conjunto de todos los fines bajo un principio (un mundo como el bien supremo posible también mediante nuestra colaboración) es una exigencia de la voluntad desinteresada que se extiende más allá de la observación de la ley formal hasta la producción de un objeto (el bien supremo).)


La voluntad ha de tener motivos; pero estos no son ciertos objetos referidos al sentimiento físico, propuestos como fines, sino nada más que la ley incondicionada misma; y la disposición de la voluntad a encontrarse bajo la ley, como coacción incondicionada, se llama sentimiento moral; el cual no es entonces causa sino efecto de la determinación de la voluntad, y del cual no tendríamos en nosotros la menor percepción si esa coacción no lo precediera.
Llego ahora al punto que nos concierne, propiamente aquí, a saber: establecer y probar mediante ejemplos el presunto interés contradictorio entre la teoría y la práctica en filosofía.
La mejor prueba de ello la da el señor Garve en su mencionado Tratado. Dice primeramente (al hablar de la diferencia que yo encuentro entre una  doctrina que nos enseña cómo llegar a ser felices y la que nos enseña cómo llegar a ser dignos de la felicidad): “Confieso por mi parte que comprendo muy bien esa división de las ideas en mi cabeza, pero que no encuentro en mi corazón esa división de los deseos y de los esfuerzos; incluso no comprendo cómo un hombre puede tener conciencia de haber apartado absolutamente su anhelo de felicidad y de haber ejercido así el deber de modo totalmente desinteresado". (Cita Garve)
Respondo primeramente al último punto: concedo de buena gana que ningún hombre puede tener conciencia con certeza de haber ejercido su deber de modo totalmente desinteresado, pues esto pertenece a la experiencia interna, y para tener conciencia del estado de la propia alma habría que tener una representación perfectamente clara de todas las representaciones accesorias y de todas las consideraciones que la imaginación, el hábito y la inclinación asocian al concepto de deber. Pero que un hombre debe ejercer su deber de manera completamente desinteresada y que tiene que separar totalmente su anhelo de felicidad del concepto de deber, para tenerlo así totalmente puro: de esto es muy claramente consciente. Por tanto a la máxima de tender a aquella pureza: de esto es capaz; y esto es también suficiente para su observación del deber. En cambio, hacerse una máxima de favorecer el influjo de tales motivos, con el pretexto de que la naturaleza humana no permite semejante pureza (lo que sin embargo el hombre no puede afirmar con certeza) es la muerte de toda moralidad.
En lo que se refiere ahora a la breve confesión precedente del señor Garve de no encontrar en su corazón aquella división (propiamente: separación), no tengo escrúpulo alguno en contradecirlo resueltamente en su autoacusación y en defender a su corazón contra su cabeza.

Por tanto, que estas diferencias (que, como se acaba de mostrarlo, no son tan sutiles como lo pretende el señor Garve, sino que están inscritas en el alma del hombre con los trazos más gruesos y legibles) se pierdan totalmente, como él dice, cuando se trata de la acción: he aquí lo que está contradicho por la experiencia de cada uno. No, por cierto, la experiencia que presenta a la historia de las máximas extraídas de tal o cual principio, pues esa historia prueba, desgraciadamente, que la mayoría de esas máximas provienen del egoísmo; sino la experiencia, que sólo puede ser interna, de que ninguna idea eleva más al ánimo humano y lo activa hasta la exaltación, que justamente la de una pura disposición moral que venera el deber sobre todas las cosas, lucha con los innumerables males de la vida e incluso con sus más seductoras tentaciones y sin embargo triunfa sobre ellos (como con derecho admitimos que el hombre es capaz de ello). Que el hombre es consciente de que él puede esto porque él lo debe: esto revela en él un fondo de disposiciones divinas que le hacen experimentar una especie de escalofrío sagrado ante la grandeza y sublimidad de su verdadera destinación. Y si el hombre atendiera a ello con más frecuencia, si se lo acostumbrara a despojar enteramente a la virtud de toda la riqueza de su botín de ventajas procuradas por la observación del deber, y a representársela en su total pureza; si el uso constante de ella se volviera un principio en la enseñanza privada y pública (un método de inculcar deberes que casi siempre ha sido desdeñado), la moralidad de los hombres pronto tendría que mejorar.
Muy otra cosa ocurre con la idea de deber, cuya transgresión, incluso sin considerar las desventajas que resultan de ello, actúa inmediatamente sobre el ánimo y vuelve al hombre condenable y punible ante sus propios ojos.
Hay aquí entonces una clara prueba de que todo lo que en la moral es correcto para la teoría también tiene que valer para la práctica.
En su cualidad de hombre, en tanto ser sometido a ciertos deberes por su propia razón, cada uno es entonces un hombre práctico.


Síntesis Introducción:
Distingue entre teoría y práctica, siendo la teoría una regla universal siempre valida en la práctica,  aunque pueda ser en algunos casos completada por medio de la experiencia.
Relaciona la teoría con la práctica desde tres puntos de vista:
  1. la moral ,en  el bien del hombre practico
  2. la política, en el bien de los Estados
  3. el hombre del mundo, el bien del género humano en su totalidad

Síntesis de la relación de la Teoría con la Practica en la Moral:
El hombre, en su condición de hombre práctico se encuentra sometido por la razón, la cual ejerce una coacción y le demanda un deber: que es en el sentido más puro y desinteresado, la contribución con el bien supremo. Si bien, no afirma la certeza de que esto se haya logrado, asevera que el hombre es capaz de correr su propia felicidad para poder ser digno de la felicidad, lo que traería favorables consecuencias para la mejora no solo del estado de ánimo de quien lo pone en práctica sino también de la moralidad en general.

Resumen y Sintesis - Timeo - Platón

Timeo o de la Cosmogonia

Resumen

Sócrates, Timeo, Hermócrates, Critias

Sócrates: Tengo la impresión de que lo principal del discurso que hice ayer acerca de la organización política fue cuál consideraba que sería la mejor y qué hombres le darían vida. Y luego de asignar a cada uno una ocupación única para la que estaba naturalmente dotado, afirmamos que aquellos que tenían la misión de luchar por la comunidad deberían ser sólo guardianes de la ciudad. ¿Y qué de la educación? ¿no decíamos que estaban educados en gimnasia y en música, y en todas las materias convenientes para ellos? sí, y me parece que se sostuvo que los así educados no debían considerar como propios ni el oro ni la plata ni ninguna otra posesión, sino que, habían de recibir un salario lo suficiente para gente prudente, y gastarlo en común en una vida en la que compartían todo y se ocupaban exclusivamente de cultivar la excelencia.
Por lo que hace a las mujeres, hicimos mención de que debíamos adaptar a los hombres a aquellas que se les asemejaren y asignarles las mismas actividades que a ellos en la guerra y en todo otro ámbito de la vida. ¿Y qué de la procreación?, porque dispusimos que todos tuvieran sus matrimonios y sus hijos en común, cuidando de que nunca nadie reconociera como propio al engendrado por él sino que todos consideraran a todos de la misma familia. Y, además, que llegaran a poseer desde el nacimiento las mejores naturalezas posibles, ¿o acaso no recordamos que decíamos que los gobernantes debían engañarlos en las uniones matrimoniales con una especie de sorteo manipulado en secreto para que los buenos y los malos se unieran cada uno con las que les eran semejantes de modo que no surgiera entre ellos ningún tipo de enemistad, convencidos de que el azar era la causa de su unión? ¿y también decíamos que tenían que criar y educar a los hijos de los buenos y trasladar secretamente a los de los malos a la otra ciudad y observarlos durante su crecimiento para hacer regresar siempre a los aptos y pasar a la región de la que éstos habían vuelto a los ineptos que se habían quedado con ellos?.
Creo que la estirpe de los sofistas es muy entendida en muchos tipos de discursos, y bellos además, pero temo que, puesto que vaga de ciudad en ciudad de alguna manera no acierte a describir hombres que son a la vez filósofos y políticos y lo que harían o dirían al guerrear o batallar o al relacionarse entre ellos de obra o de palabra. Resta, ciertamente, el tipo de gente de vuestra disposición que por naturaleza y educación participa de ambas categorías.
Cuando ayer solicitasteis una exposición sobre la república, convine de buen grado porque sabía que nadie podría ofrecer una continuación mejor del discurso que vosotros, ya que sois los únicos que en la actualidad pueden implicar a esa ciudad en una guerra adecuada a su condición y, después, asignarle todas las excelencias que le correspondan. Habéis acordado que una vez que hubierais reflexionado, ibais a saldar la deuda de hospitalidad hacia mí con el presente discurso.

Critias: Escucha Sócrates, un relato muy extraño, pero absolutamente verdadero, tal como en una ocasión lo relataba Solón, el más sabio de los siete. La historia de la hazaña más importante y la más renombrada de todas las realizadas por nuestra ciudad, pero que no llegó hasta nosotros por el tiempo transcurrido y por la desaparición de los que la llevaron a cabo. En Egipto, hay una región llamada Saítica, cuya ciudad más importante, Sais, tiene por patrona una diosa cuyo nombre en egipcio es Neith y en griego, Atenea. Solón contaba que cuando llegó allí y al consultar sobre las antigüedades a los sacerdotes que más conocían el tema, descubrió que ni él mismo ni ningún otro griego sabían, prácticamente nada acerca de esos asuntos.
En una ocasión, para entablar conversación con ellos sobre esto, se puso a contar los hechos más antiguos de esta ciudad, en ese instante, un sacerdote muy anciano exclamó: ¡los griegos seréis siempre niños!, al escuchar esto, Solón le preguntó: ¿por qué lo dices?. Todos, replicó aquél, tenéis almas de jóvenes, sin creencias antiguas transmitidas por una larga tradición y carecéis de conocimientos encanecidos por el tiempo. Esto se debe a que tuvieron y tendrán lugar muchas destrucciones de hombres, las más grandes por fuego y agua, pero también otras menores provocadas por otras innumerables causas. Desde antiguo registramos y conservamos en nuestros templos todo aquello que llega a nuestros oídos acerca de lo que pasa entre vosotros. Contrariamente, siempre que vosotros, o los demás, os acabáis de proveer de escritura y de todo lo que necesita una ciudad, después del período habitual de años, os vuelve a caer, como una enfermedad, un torrente celestial que deja sólo a los iletrados e incultos, de modo que nacéis de nuevo,  sin saber nada ni de nuestra ciudad ni de lo que ha sucedido entre vosotros durante las épocas antiguas. En efecto, antes de la gran destrucción por el agua, la que es ahora la ciudad de los atenienses era la mejor en la guerra y la más absolutamente obediente de las leyes. Cuentan que tuvieron lugar las hazañas más hermosas y que se dio la mejor organización política. Solón pidió que le contara con exactitud todo lo que los sacerdotes conservaban de los antiguos atenienses. El sacerdote replicó: lo contaré por ti y por vuestra ciudad, pero sobre todo por la diosa a la que tocó en suerte vuestra patria y también la nuestra y las crió y educó, primero aquélla, mil años antes, después de recibir simiente de Gea y Hefesto, y, más tarde, a ésta.
Te haré un resumen de las leyes de los ciudadanos de hace nueve mil años y de la hazaña más heroica que realizaron. En cuanto a las leyes, observa las nuestras, pues descubrirás ahora aquí muchos ejemplos de las que existían entonces entre vosotros. En primer lugar, el que la casta de los sacerdotes esté separada de las otras; después, el que cada oficio trabaje individualmente. Supongo que habrás notado aquí cuánto se preocupó nuestra ley desde sus inicios por la sabiduría pues, tras descubrirlo todo acerca del universo, lo trasladó de estos seres divinos al ámbito humano. En aquel tiempo, la diosa os impuso a vosotros en primer lugar todo este orden y disposición y fundó vuestra ciudad después de elegir la región en que nacisteis porque vio que la buena mezcla de estaciones que se daba en ella podría llegar a producir los hombres más prudentes. Vivíais, bajo estas leyes y, lo que es más importante aún, las respetabais y superabais en virtud a todos los hombres, ya que erais hijos y alumnos de dioses. En efecto, nuestros escritos refieren cómo vuestra ciudad detuvo en una ocasión la marcha insolente de un gran imperio, que avanzaba del exterior, desde el Océano Atlántico, sobre toda Europa y Asia. En aquella época, se podía atravesar aquel océano dado que había una isla delante de la desembocadura que vosotros llamáis columnas de Heracles. Esta isla era mayor que Libia y Asia juntas y de ella los de entonces podían pasar a las otras islas y de las islas a toda la tierra firme que se encontraba frente a ellas. En dicha isla, Atlántida, había surgido una confederación de reyes grandes y maravillosos que gobernaba sobre ella y muchas otras islas, así como partes de la tierra firme. En este continente, dominaban también los pueblos de Libia, hasta Egipto, y Europa hasta Tirrenia. Toda esta potencia unida intentó una vez esclavizar en un ataque a toda vuestra región, la nuestra y el interior de la desembocadura. Entonces, el poderío de vuestra ciudad se hizo famoso entre todos los hombres por su excelencia y fuerza, pues superó a todos en valentía y en artes guerreras. Alcanzó así una gran victoria e impidió que los que todavía no habían sido esclavizados lo fueran. Posteriormente, tras un violento terremoto y un diluvio extraordinario, en un día y una noche terribles, la clase guerrera vuestra se hundió toda a la vez bajo la tierra y la isla de Atlántida desapareció de la misma manera, hundiéndose en el mar.
Acabas de oír un resumen, Sócrates, del cuento de Solón. Cuando ayer hablabas de la república y de sus hombres, me asombré al recordar lo que acabo de contar, pensando que por algún azar no muy desacertado compartías milagrosamente mucho de lo que Solón decía.

Timeo: ¿Qué es lo que es siempre y no deviene y qué, lo que deviene continuamente, pero nunca es? uno puede ser comprendido por la inteligencia mediante el razonamiento, el ser siempre inmutable; el otro por medio de la opinión unida a la percepción sensible no racional, nace y fenece, pero nunca es realmente.
Acerca del universo, es visible y tangible y tiene un cuerpo y tales cosas son todas sensibles y lo sensible, se mostró generado y engendrado. El dios tomó todo cuanto es visible, que se movía sin reposo de manera caótica, y lo condujo del desorden al orden. Al ensamblar el mundo, colocó la razón en el alma y el alma en el cuerpo, para que su obra fuera la más bella. Cuando comenzó a construir el cuerpo de este mundo lo hizo a partir del fuego y de la tierra. Pero no es posible unir bien dos elementos aislados sin un tercero, ya que es necesario un vínculo en el medio que los una. Así, el dios colocó agua y aire en el medio del fuego y la tierra. La figura apropiada para el ser vivo que ha de tener en sí a todos los seres vivos, debería ser la que incluye todas las figuras. Por tanto, lo construyó esférico, la más perfecta de todas las figuras. Primero colocó el alma en su centro y luego la extendió a través de toda la superficie y cubrió el cuerpo con ella. Creó así un mundo circular que gira en círculo, único, aislado, que por su virtud puede convivir consigo mismo y no necesita de ningún otro. La decisión divina de crear el tiempo hizo que surgieran el sol, la luna y los otros cinco cuerpos celestes que llevan el nombre de planetas para que dividieran y guardaran las magnitudes temporales. Una vez que cada uno de los que eran necesarios para ayudar a crear el tiempo estuvo en la revolución que le correspondía y, tras sujetar sus cuerpos con vínculos animados, fueron engendrados como seres vivientes y comenzaron a girar. Para que hubiera una medida clara de la lentitud y rapidez relativa en que se mueven las ocho revoluciones, el dios encendió una luz la que actualmente llamamos sol, así nacieron la noche y el día. El mes se produce, cuando la luna, después de recorrer toda su órbita, supera al sol; el año, cuando el sol completa su revolución.
Este mundo debía tener en sí especies de una cualidad tal y en tanta cantidad como el intelecto ve que hay en el ser viviente ideal. Hay, ciertamente, cuatro: una es el género celeste de los dioses, otra el alado; la tercera es el género acuático y la cuarta corresponde al que marcha sobre los pies y a los animales terrestres.
Hizo la mayor parte de la forma de lo divino de fuego para que fuera el género más bello y más luminoso para la vista, y lo construyó perfectamente circular, distribuyó por todo el cielo en círculo, de modo que fuera un verdadero adorno bordado en toda su superficie. Por esta causa, surgieron las estrellas, seres vivos divinos e inmortales.
Después de que nacieran todos los dioses el creador de este universo les dijo lo siguiente: «las obras de las que soy artesano y padre, no se destruyen si yo no lo quiero. No sois ni inmortales ni indisolubles porque habéis nacido; sin embargo, no tendréis un destino mortal, porque habéis obtenido en suerte el vínculo de mi decisión. Hay tres géneros mortales más que aún no han sido engendrados. Si éstos no llegan a ser, el universo será imperfecto, aplicaos a la creación de los seres vivos de acuerdo con la naturaleza e imitad mi poder en vuestra generación. Comenzaré por plantar la simiente de lo que conviene que haya en ellos del mismo nombre que los inmortales, que es llamado divino. Vosotros haréis el resto, entretejiendo lo mortal con lo inmortal. Engendrad seres vivientes, alimentadlos, hacedlos crecer y recibidlos nuevamente cuando mueran». Dijo esto y vertió nuevamente en el recipiente, en el que antes había mezclado el alma del universo, los restos de la mezcla anterior y los mezcló, aunque ya no eran igualmente puros, sino que poseían una pureza de segundo y tercer grado. Una vez que hubo compuesto el conjunto, lo dividió en un número de almas igual a los cuerpos celestes y distribuyó una en cada astro. Después de implantadas en los instrumentos del tiempo  deberían nacer en el más piadoso de los animales.
Cuando se hubieran necesariamente implantado en cuerpos, al entrar o salir, deberían tener, primero, una única percepción producida por cambios violentos; en segundo lugar, amor mezclado con placer y dolor; además, temor e ira. Si los dominaran, habrían de vivir con justicia, pero si fueran dominados, en injusticia. El que viviera correctamente durante el lapso asignado, al retornar a la casa del astro que le fuera atribuido, tendría la vida feliz que le corresponde, pero si fallara en esto, cambiaría a la naturaleza femenina en la segunda generación; y si en esa vida aún no abandonara el vicio, sufriría una metamorfosis hacia una naturaleza animal.
Tomaron prestadas del universo porciones de fuego y tierra, agua y aire y las unieron y pegaron. Hicieron de todo un cuerpo individual y ataron las revoluciones del alma inmortal a un cuerpo sometido a flujos y reflujos. Cuando algunas sensaciones provenientes del exterior asaltan las revoluciones del alma aunque dominadas, parecen dominar. Para imitar la figura del universo circular, ataron las revoluciones divinas a un cuerpo esférico, al que llamamos cabeza y el que gobierna todo lo que hay en nosotros. El cuerpo recibió una extensión y, cuando dios concibió su modo de traslación, le nacieron cuatro miembros extensibles y flexibles. Era necesario que la parte delantera del cuerpo humano se diferenciara y distinguiera de la trasera. Por ello, pusieron la cara en el recipiente de la cabeza. Los primeros instrumentos que construyeron fueron los ojos portadores de luz y los ataron al rostro. Cuando la luz diurna rodea el flujo visual, lo semejante cae sobre lo semejante. Como causa de la similitud, siempre que entra en contacto con un objeto o un objeto con él, transmite sus movimientos a través de todo el cuerpo hasta el alma y produce esa percepción que denominamos visión.
Hay que afirmar que el alma es el único ser al que le corresponde tener inteligencia pues ésta es invisible. Dios descubrió la mirada y nos hizo un presente con ella para que la observación de las revoluciones de la inteligencia en el cielo nos permitiera aplicarlas a las de nuestro entendimiento y ordenáramos nuestras revoluciones errantes por medio del aprendizaje profundo de aquéllas. Y acerca de la voz y el oído, nos fueron concedidos por los dioses por las mismas razones y con la misma finalidad.
Tenemos que considerar la naturaleza del fuego, agua, aire y tierra y su estado antes de la creación del universo. El comienzo de nuestra exposición acerca del universo diferenciamos dos principios uno supuesto como modelo, inteligible y que es siempre inmutable, el segundo como imagen del modelo, que deviene y es visible. En aquel momento, no diferenciamos una tercera clase ¿qué características y qué naturaleza debemos suponer que posee? sobre todas, la siguiente: la de ser un receptáculo de toda la generación, como si fuera su nodriza.
En primera instancia, tomemos lo que acabamos de denominar agua. Vemos que cuando se solidifica, se convierte en piedras y tierras, pero cuando se disuelve y separa, se convierte en viento y aire, y el aire, cuando se quema, en fuego, y el fuego se vuelve a combinar, se apaga y retorna a la forma del aire, y el aire torna a reunirse y condensarse en nube y niebla que se concentran más, fluye el agua; del agua, nuevamente, tierra y piedras y así, como parece, se dan nacimiento en ciclo unos a otros.
La naturaleza que recibe todos los cuerpos es siempre idéntica a sí misma, pues no cambia para nada sus propiedades. Es necesario que se encuentre exento de todas las formas lo que ha de tomar todas las especies en sí mismo, concluyamos que la madre y receptáculo de lo visible y sensible, es una cierta especie invisible, amorfa, que admite todo y que participa de la manera más paradójica y difícil de comprender de lo inteligible.
Si se dan como dos clases diferenciadas la inteligencia y la opinión verdadera, en efecto la una surge por medio de la enseñanza razonada y la otra es producto de la persuasión convincente, es irracional y aunque cualquier hombre participa de esta última, de la inteligencia sólo los dioses y un género muy pequeño de hombres. Es necesario acordar que una es la especie inmutable y lo segundo, perceptible por los sentidos: generado, siempre cambiante y que surge en un lugar y desaparece nuevamente. Además, hay un tercer género eterno, el del espacio, que no admite destrucción, que proporciona una sede a todo lo que posee un origen, captable por un razonamiento bastardo. Recapitulemos los puntos principales hay ser, espacio y devenir, tres realidades diferenciadas, y esto antes de que naciera el mundo.
La superficie de una cara plana está compuesta de triángulos, suponemos que éste es el principio del fuego y de los otros cuerpos. Los cuatro cuerpos más perfectos aunque disímiles entre sí, podrían nacer unos de otros cuando se desintegran.
El dios en persona se convierte en artífice de los seres divinos y manda a sus criaturas llevar a cabo el nacimiento de los mortales. Cuando éstos recibieron un principio inmortal de alma, le tornearon un cuerpo mortal alrededor, a imitación de lo que él había hecho. Como vehículo le dieron el tronco y las extremidades en los que anidaron otra especie de alma, la mortal, que tiene en sí procesos terribles y necesarios: en primer lugar el placer, la incitación mayor al mal, después, los dolores, fugas de las buenas acciones, además, la osadía y el temor, el apetito, difícil de consolar, y la esperanza, buena seductora.
Los dioses menores implantaron la parte belicosa del alma más cerca de la cabeza para que escuche a la razón. Hicieron al corazón, nudo de venas para que, cuando bulle la furia todo el cuerpo perciba rápidamente a través de los estrechos las recomendaciones y amenazas, las obedezca y permita así que la parte más excelsa del alma los domine. Implantaron el pulmón con cuevas interiores, agujereadas como esponjas, lo colocaron alrededor del corazón, como una almohadilla, para que el corazón lata sobre algo que cede, cuando el coraje se excita en su interior. Entre el diafragma y el límite hacia el ombligo, hicieron habitar a la parte del alma que siente apetito de comidas y bebidas.
Un dios construyó el hígado, a la parte del alma que está en el hígado le otorga el don de la adivinación con la finalidad de que de alguna manera entre en contacto con la verdad. Nadie entra en contacto con la adivinación inspirada y verdadera en estado consciente, sino, durante el sueño o en la enfermedad. Pero corresponde al prudente entender, cuando se recuerda, lo que dijo en sueños y analizar con el razonamiento las eventuales visiones. A su izquierda se halla el bazo cuando a causa de enfermedades se originan  impurezas alrededor del hígado, puesto que el bazo es hueco y sin sangre, su porosidad las asimila y purifica completamente.
Nuestros creadores conocían nuestra futura intemperancia con las bebidas y comidas entonces enrollaron los intestinos para que el alimento, no obligara al cuerpo a necesitar enseguida una nueva comida; ya que así produciría una insaciabilidad que haría que por su glotonería la especie humana no amara la sabiduría ni la ciencia ni obedeciera las indicaciones de lo que hay de más divino en nosotros.
El dios, al idear una mezcla de todas las simientes para todo el género mortal, seleccionó de todos los elementos los triángulos primordiales que por ser firmes y lisos eran capaces de proporcionar con la máxima exactitud fuego, agua, aire y tierra, los mezcló en cantidades proporcionales y confeccionó con ellos la médula. Después implantó y ató las partes del alma a ella. Hizo totalmente circular a la que iba a albergar la simiente divina y llamó a este cerebro. Dividió, además, la parte que iba a retener el resto mortal del alma y llamó al conjunto médula. Construyó el sistema óseo de la siguiente manera, tamizó tierra y la mezcló y mojó con médula. Después, colocó la masa resultante en fuego; a continuación la bañó en agua y la fue poniendo así alternativamente en uno y en otro hasta que la hizo tal que ninguno de los dos elementos puede disolverla. Con este compuesto torneó una esfera ósea alrededor de su cerebro. Moldeó vértebras óseas alrededor de la médula. Respecto de la carne consideró que serviría de protección contra las quemaduras, valla contra los fríos. Cuando ya estaban todas las partes y miembros propios de un ser viviente mortal, y tenía que pasar necesariamente su vida entre fuego y aire, los dioses plantaron los árboles, plantas y simientes domésticas actuales, cultivadas por la agricultura. Lo que ahora mencionamos posee al menos la tercera especie de alma y no participa en nada del razonamiento ni de la inteligencia, sino de la percepción placentera o dolorosa. Una vez que nuestros superiores hubieron plantado todas estas especies para nuestra alimentación, abrieron canales en nuestro cuerpo. En primer lugar, cortaron dos venas dorsales, las colocaron junto a la columna vertebral, con la médula generadora entre ellas, para que ésta alcanzara el mayor vigor posible y el flujo originado desde allí, al ser descendente, fuera abundante y proporcionara una irrigación equilibrada al resto del cuerpo.
El demiurgo para el sistema de irrigación que va de la cavidad del tronco hacia las venas hizo todo el interior del tejido de fuego y la entrada y la cavidad de aire. Puso la doble entrada en la boca e hizo bajar una parte hacia el pulmón, y la otra a la cavidad del tronco. Cuando en el interior el fuego toma contacto con el aire que entra y sale, se eleva continuamente para introducirse a través de la cavidad, donde recibe los alimentos y bebidas que disuelve y divide en pequeñas partículas y las vierte en las venas, y hace fluir los humores de las venas a través del cuerpo como a través de un acueducto.
Todo animal tiene sus partes internas muy calientes y el calor sale naturalmente a su región propia en el exterior. Si la temperatura cambia y el aire que se encuentra en una salida se calienta más, se apresura a retornar a aquel lugar de donde partió y, al moverse hacia su naturaleza propia, empuja al que se desplaza por la otra salida. En la medida en que sufre siempre los mismos procesos posibilita que se produzcan la inspiración y la espiración.
Lo que llamamos sangre, alimento de todo el cuerpo, a partir de la cual las partes irrigadas llenan la base de lo que se vacía. La forma de llenado y vaciado es como la revolución de todo lo que existe en el universo, que mueve todo lo afín hacia sí mismo.
La estructura de un animal joven posee triángulos elementales todavía nuevos. Con sus nuevos triángulos, domina y corta en su interior los de comida y bebida. Cuando la raíz de los triángulos se afloja, porque han combatido intensamente durante mucho tiempo, ya no pueden cortar, el animal se consume vencido en este proceso y el fenómeno recibe el nombre de vejez. Finalmente, cuando los vínculos unidos a los triángulos de la médula ya no soportan el esfuerzo y se separan, desatan a su vez los vínculos del alma y ésta, liberada naturalmente, parte con placer en vuelo, pues todo lo que se da como es natural produce placer.
Dado que los elementos de los que se compone el cuerpo son cuatro, su exceso o carencia contra la naturaleza y el cambio de la región propia a una ajena producen guerras internas y enfermedades. Puesto que la médula y los huesos, la carne y los tendones se componen de los cuatro elementos y aun la sangre, aunque de una manera diferente también proviene de ellos, la mayoría de las enfermedades suceden de la manera mencionada, pero las más grandes y graves se originan cuando su formación se da en sentido invertido; entonces estos tejidos se destruyen.  En efecto, cuando la carne, al disolverse, expulsa nuevamente a las venas su putrefacción, los restos de carne expulsados y corrompidos acaban primero con la sangre misma y se mueven a través de las venas por todo el cuerpo sin proporcionarle ningún alimento. Al no poseer ya el orden natural de las revoluciones, enemigas entre sí, en guerra con lo estructurado del cuerpo y lo que permanece en el sitio que le corresponde, destruyen y disuelven lo que encuentran a su paso.
Cuando la médula enferma por alguna carencia o exceso, produce las enfermedades más graves e importantes en cuanto a la muerte, porque toda la naturaleza corporal necesariamente fluye en sentido inverso.
Cuando el pulmón, obstruido por flujos,  el aire, unas veces no llega y otras entra más de lo conveniente. En un caso, corrompe lo que no se refresca y, en el otro, violenta las venas y las retuerce, disuelve el cuerpo y lo daña. Todas las inflamaciones del cuerpo, se producen por la bilis, cuando se mezcla con sangre y destruye el orden de las fibrinas, que están distribuidas en la sangre para que su espesor y su grosor sea proporcional. Si acaso llega a ser capaz de penetrar hasta la médula y quemarla, suelta las cuerdas que allí amarran el alma y la deja partir libre.
Las enfermedades del alma son consecuencia del estado del cuerpo, la demencia es una enfermedad del alma y hay dos clases, la locura y la ignorancia. Para el alma los placeres y dolores excesivos son las enfermedades mayores. Pues cuando un hombre goza o sufre en exceso, al luchar por atrapar a uno y huir del otro enloquece y es incapaz de participar de la razón en ese momento.
Nadie es malo voluntariamente, sino que el malo se hace tal por un mal estado del cuerpo o por una educación inadecuada. Hay que procurar, huir del mal y elegir lo contrario por medio de la educación y la práctica de las ciencias. Cuando el alma, por ser mejor que el cuerpo, es demasiado osada, convulsiona todo en el interior y lo llena de enfermedades y, cuando se embarca intensamente en algún aprendizaje, lo desgasta y cuando un cuerpo grande nace con una inteligencia débil los movimientos del elemento más fuerte, al imponerse hacen el alma rústica, con dificultades de aprendizaje, de modo tal que ocasionan la enfermedad más grave, la ignorancia. Para ambos desequilibrios hay un método de salvación: no mover el alma sin el cuerpo ni el cuerpo sin el alma, para que ambos, contrarrestándose, lleguen a ser equilibrados y sanos.
Cada animal particular es engendrado con un período de vida determinado, independientemente de las afecciones que necesariamente sufra. Cuando se pone fin a la dolencia con medicamentos antes del tiempo de duración que le es propio, de suaves y pocas enfermedades suelen ocasionarse muchas y graves.
Aquello que habita en la cúspide de nuestro cuerpo nos eleva hacia la familia celeste desde la tierra. El que se abandona al deseo y a la ambición engendra todas las doctrinas mortales y se vuelve lo más mortal posible. Para el que se aplica al aprendizaje y a los pensamientos verdaderos es de toda necesidad que piense lo inmortal y lo divino y, si realmente entra en contacto con la verdad, que lo logre, en tanto es posible a la naturaleza humana participar de la inmortalidad. Los pensamientos y revoluciones del universo son movimientos afines a lo divino en nosotros, adecuándose a ellos para corregir los circuitos de la cabeza destruidos al nacer y alcanzar la meta que los dioses propusieron como la mejor.
Todos los varones cobardes y que llevaron una vida injusta, cambiaron a mujeres en la segunda encarnación. En ese momento, los dioses crearon el amor a la copulación, haciendo un animal animado en nosotros y otro en las mujeres de la siguiente manera. Perforaron el conducto de salida de la bebida en dirección a la médula. La médula, tras ser animada, infunde un deseo vital de expulsar el fluido al conducto por donde se ventila y lo hace desear la reproducción. Los llamados úteros, un animal deseoso de procreación en ellas, se irrita y enfurece cuando no es fertilizado. Después de plantar en el útero animales invisibles crían a aquéllos en el interior, y, tras hacerlos salir más tarde a la luz, cumplen la generación de los seres vivientes.
El género de los pájaros, se produjo por el cambio de hombres que eran superficiales y aunque se dedicaban a los fenómenos celestes, pensaban por simpleza que las demostraciones más firmes de estos fenómenos se producían por medio de la visión. Los que no practicaban en absoluto la filosofía ni observaban nada de la naturaleza celeste porque ya no utilizaban las revoluciones que se encuentran en la cabeza, sino que tenían como gobernantes a las partes del alma que anidan en el tronco, inclinaron los miembros superiores y la cabeza hacia la tierra, por esta razón nació el género de los cuadrúpedos. A los más torpes entre éstos, que inclinaban todo el cuerpo hacia la tierra los engendraron sin pies y arrastrándose sobre el suelo. La cuarta especie, la acuática, nació de los más ignorantes; no fueron considerados ni siquiera dignos de aire puro.
De esta manera, todos los animales, se convierten unos en otros y se transforman según la pérdida o adquisición de inteligencia o demencia.


Síntesis

Existen tres principios: la materia, el ser o alma y un espacio carente de formas que es el receptáculo de todo lo generado.
El Demiurgo creó el planeta Tierra utilizando los cuatro elementos: fuego, tierra, agua y aire, compuestos por triángulos y que pueden transformarse unos en otros. Ubicó la razón dentro del alma y colocó a ambos en el centro de ese cuerpo. También generó a los astros dando origen al tiempo.
Instó a los dioses a crear al hombre y a todos los animales a imagen de la Tierra, con el fin de producir un universo perfecto. Imitando la forma esférica del “mundo” hicieron la cabeza, depositando allí el alma divina que gobernaría el resto del cuerpo. Otro tipo de alma, el mortal, donde anida el placer y el dolor entre otros males, fue inserto en la médula.
Para la alimentación de los hombres fue generado el reino vegetal, cuyas especies contienen un alma carente de razón; y para su procreación, los órganos sexuales fueron creados y unidos a la médula, generadora del deseo de reproducción.
El funcionamiento del cuerpo humano se ideó a semejanza de los movimientos y acontecimientos “naturales” o universales. Las enfermedades se producen cuando los elementos que componen el cuerpo están en exceso o defecto o en lugares ajenos al propio, siendo las más graves las originadas por destrucción de tejidos a partir de una  formación inadecuada. El tiempo de vida de cada animal está previamente definido, sucediéndose la vejez cuando se aflojan los triángulos que componen los elementos del cuerpo, al separarse completamente los presentes en la médula el alma se libera.
Las almas que dan vida a todo animal se alojan inicialmente en las estrellas. El alma del hombre puede reencarnar en mujer o en cualquier tipo de animal, la aparición en cada uno de ellos depende del grado de inteligencia o torpeza alcanzado en vida. En el caso de vivir correctamente el alma regresa felizmente al astro al que pertenecía.
Las enfermedades del alma son causadas por exceso de placer y dolor con la consecuente pérdida de la razón, por lo tanto, nadie es malo voluntariamente sino que la maldad surge a partir de un mal estado del cuerpo o de la ignorancia. El desarrollo del cuerpo y del alma deben realizarse en igual medida evitando que el aumento de uno atente contra el otro.
 El hombre, puede tomar contacto con el orden celestial a partir del alma que se encuentra en la cúspide de su cuerpo, desarrollando los pensamientos verdaderos o “universales” se puede alcanzar la inmortalidad en vida.